Según los datos de la Asociación Mundial de la EnergíaEólica (WWEA), el uso de la energía eólica redujo las emisiones de CO2 en unos 23
millones de toneladas sólo en el año 2011. Sin embargo, algunos sectores
han cuestionado durante bastante tiempo la eficacia de los parques eólicos y los generadores en la lucha
por reducir esas emisiones, recordando que en los procesos
de fabricación, instalación y mantenimiento de los aerogeneradores sí se genera
CO2 y, sobre todo, defendiendo que en las fases en las que hay viento suficiente y los parques eólicos
reciben energía de centrales térmicas no hay una efectiva batalla contra la emisión de gases.
Pues bien, esas dudas quedan desmentidas con el informe
realizado por un grupo de investigadores de la Escuela Universitaria de IngenieríaTécnica Industrial de la Politécnica de Madrid, realizado en el seno del Másterde Energía Renovables y Medio Ambiente (ERMA) y publicado por la revista
Energy. Según este trabajo, incluso en mercados energéticos en los que la
energía eólica se complementa con la producción de plantas térmicas, que sí son generadoras de CO2, la contribución real a los objetivos de reducción de
emisiones es positiva gracias al uso de la energía eólica.
El estudio parte de los datos de 2011. Según muestra, las
emisiones son menores a medida que la energía producida mediante el viento va
reemplazando a la convencional. Las reducciones de CO2 no tienen la misma
equivalencia: a baja penetración, se reduce prácticamente en su totalidad la
emisión por cada MWh introducido; pero a alta penetración, en cambio, las reducciones
se quedarían en un 80 por ciento. El dato, aunque demuestra que sí hay emisiones, rebate a quienes pensaban que esa
reducción no sería significativa, ya que ese porcentaje es considerablemente
alto y, por tanto, muy beneficioso en la lucha contra el efecto invernadero.
La clave de este proceso es lo que se conoce como ciclado,
un término que hace referencia a los cambios producidos en las plantas de gas o
carbón por diversas razones, siendo una de ellas la generación de energía por
medio de fuentes renovables, y que redundan en un mayor gasto de combustible
por MWh producido. Uno de los problemas que sí tiene la energía eólica es que
el viento no es una fuente constante. Esa intermitencia y la intervención en el
proceso de las centrales térmicas es lo que provocó que algunos informes llegaran
a defender que la reducción de CO2 con este sistema no era significativa o,
incluso, era negativa, dato que ahora queda desmentido.
El objeto de este estudio de los investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid fue la interacción de la
producción eólica y las plantas térmicas a lo largo de 2011 y observando
escenarios en los que la eólica causa importantes desvíos en la programación de
dichas plantas. El análisis, de escenarios reales y de escenarios sin viento
para las 36 plantas de gas y 51 de carbón que hay en España, revela que éstas no
se usan de forma consistente como carga base de la producción de energía
eólica. El estudio incluye algunas recomendaciones para mejorar la efectividad
de las fuentes de potencia, relativas a la gestión del sistema eléctrico o el
almacenamiento de energía.
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